Skip to content
Para Lectores

Cita con Josephine

Tengo miedo de que mi esposa se entere, pero si dejase de escribir aquello que me pasa y lo que siento, dejaría de ser yo y eso no debe pasar.

Tuve una cita con una maravillosa mujer, originalmente no sería una cita en sí, solo dos amigos que iban a una actividad, fuimos a una librería local a la puesta en circulación de un libro sobre temas pedagógicos, si bien el tema era interesante, lo que más me gustó de la actividad no tenía nada que ver con la expositora.

La verdad no me había sentido tan bien en un buen tiempo, miramos libros, reímos, debatimos, teorizamos, lloramos, juzgábamos ejemplares por la portada con numerosas carcajadas, soñamos con los libros que compraríamos cuando seamos ricos, yo intentaba hacerme el gracioso cuando los trabajadores no miraban, ejecutando alguna escena ridícula random de algún libro x, ella a su ves fingía la voz de damisela mientras interpretaba algún poema, fué hermoso.

Después del evento nos fuimos a caminar por ahí, a pesar de no ser correcto, la sostuve de la mano para cruzar las avenidas, como si fuera un padre protector o una mamá gallina cuidando a su polluela, recuerdo con una sonrisa de idiota y algo de preocupación en el corazón, mientras escribo esto, que discutimos en medio de la avenida porque yo decía que debíamos cruzar pues estaba verde para el peatón de norte a sur, mientras ella forcejeaba por devolverse pues estaba verde para los carros que nos interceptarían en el otro lado de la avenida.

Después de privar en filosofo y preguntarle si le temía a la muerte, tras explicarle que en el centro de la ciudad no es como en la jungla de donde ella viene y que en una avenida de dos vías puede quedarse en el medio porque acá respetan las leyes cuando hay AMETS cerca, nos fuimos a cenar, como toda mujer, sin importar que tan intelectual sea, tardamos horas en decidir que íbamos a comer, lo sé, error número 6 del manual de seducción, en especial cuando se está pegando cuerno, como era el caso.

Después de toda cena, las novelas románticas nos indican que el hombre debe besar a la chica y llevarla a la cama, así que seguí el libreto novelesco de la trama que estaba sucediendo en mi cabeza, pero, aunque parezca mentira y les suene a escrito de ficción se me dio: -Llévame a un lugar tranquilo- susurró entre jadeos y un seco corte de voz.

La llevé a mi cama, lugar de tan entrañables y nostálgicos recuerdos que no vienen al caso, fue algo maravilloso ver su hermoso cuerpo dispuesto a ser devorado por un león hambriento, no hay palabras o al menos no conozco las correctas para describir ese maravilloso cuerpo que hacía galantería de apetito sexual reprimido, contemplar cada espacio, cada figura geométrica, cada forma era algo que me mantenía extasiado mientras besaba cada rincón de su ser. –me vas a sacar el alma- dijo cuando no pudo retener más las lágrimas en la represa de sus ojos y en otros lugares que también lloraron como rio.

Sin embargo, contrario a como indica el manual del varón perfecto, yo preferí contemplarla y no seguir con el siguiente paso, aun cuando me lo pedía a gritos; para hacerla mía quizá habrá otras oportunidades, al menos eso espero; de no haber otro momento… quedará el hermoso recuerdo de ese ser maravilloso, que siempre me devuelve la sonrisa al alma.

Esa amiga intelectual con la que puedo tener sueños húmedos y no necesariamente tocar, esa amiga que amo en silencio por miedo a dañar la amistad, esa amiga que aunque no sea mía, me hace sentir mejor que con el sexo más salvaje, esa amiga que anoche durmió en mi cama, y hoy después de hacerme café desapareció y no sé dónde está, quizá en la noche me llame y como siempre nos hagamos los desentendidos, continuar con nuestra amistad, como si nada hubiera ocurrido, pasando por alto insinuaciones, anhelos y suspiros.

 

sG