
Disney ha trascendido su condición de simple compañía de entretenimiento para convertirse en una influencia fundamental en las dinámicas sociales contemporáneas. A pesar de las críticas por su falta de creatividad, sus polémicos “live action” y la modernización de sus historias clásicas, la compañía sigue creciendo y consolidando su posición dominante en el mundo.
La “disneyficación” de la sociedad
El sociólogo Alan Bryman, en su libro “La Disneyficación de la Sociedad” (1997), identificó cómo Walt Disney, a través de sus parques temáticos, estableció las bases para el consumo en la era postmoderna. Este fenómeno se sostiene sobre cuatro pilares fundamentales:
- Tematización: Convertir cualquier actividad cotidiana en una experiencia temática, desde heladerías con decoración griega hasta restaurantes ambientados en épocas históricas.
- Hibridación: Combinar diferentes formas de consumo en un solo espacio, como centros comerciales que ofrecen compras, comida y entretenimiento simultáneamente.
- Merchandising: Aprovechar la venta de productos relacionados con una marca o experiencia, extendiéndola más allá de su origen.
- Trabajo performativo: Empleados que deben actuar siguiendo un guion preestablecido, mostrando emociones específicas para crear una experiencia positiva para el cliente.
Este modelo se ha replicado más allá de los parques Disney, influyendo en la configuración de ciudades turísticas, centros comerciales e incluso en la experiencia de consumo cotidiana.
Influencia cultural profunda
La influencia de Disney va más allá de las dinámicas comerciales. Como señalaron los filósofos Adorno y Horkheimer en su análisis de la industria cultural, los estudios cinematográficos promueven una realidad hipersimplificada y repleta de estereotipos que generan conformismo y pasividad en el público.
Disney ha sido particularmente efectivo en este aspecto, tomando cuentos clásicos y fábulas tradicionales para transformarlos en versiones edulcoradas que se alejan de sus orígenes. Lo sorprendente es que estas versiones han adquirido un estatus casi sagrado en el imaginario colectivo, al punto que muchas personas se sienten profundamente ofendidas cuando la propia Disney modifica sus creaciones anteriores.
Un poder económico ineludible
A pesar de los ocasionales fracasos en taquilla o las críticas virulentas que reciben algunas de sus producciones, Disney sigue creciendo económicamente año tras año. La compañía ha diversificado tanto sus negocios que los tropiezos en un área se compensan fácilmente con los éxitos en otras:
- Estudios cinematográficos (Disney, Pixar, Marvel, Lucasfilm)
- Canales de televisión y plataformas de streaming
- Parques temáticos y resorts
- Merchandising y productos licenciados
- Cruceros y experiencias turísticas
Esta diversificación ha convertido a Disney en un gigante casi imposible de derribar, comparable en influencia con lo que fue la Iglesia Católica en siglos pasados.
Críticas fundamentales
Las críticas más profundas a Disney no se centran tanto en su supuesta agenda progresista o en los cambios estéticos superficiales a sus clásicos, sino en cuestiones más estructurales:
- Ha convertido cualquier experiencia humana en una extensión de su mundo de fantasía
- Sofoca la creatividad de creadores independientes
- Ha boicoteado a competidores, como denunció Quentin Tarantino
- Vende una visión edulcorada de la vida que fomenta la evasión y la pasividad ante los problemas reales
- Trata a los consumidores como “tontos útiles” en un ciclo de consumo interminable
El poder de Disney es mucho más profundo y arraigado de lo que muchos imaginan. No se limita a producir películas o series, sino que ha moldeado la forma en que experimentamos el ocio, el consumo y hasta nuestras interacciones sociales. Por mucho que algunas de sus producciones fracasen o generen controversia, la compañía ha alcanzado un nivel de influencia cultural y económica que garantiza su permanencia y relevancia por mucho tiempo.
Incluso aquellos que critican a la compañía terminan, de alguna manera, reforzando su posición central en la cultura contemporánea. Como señala el análisis, “no pueden vivir con Disney, pero tampoco sin él”.